Juanjo Alvarez estuvo en Goienagusi para hablarnos de "Elecciones y Calidad de la Democracia"; este el resumen que, Juanjo, hace se su charla, que titula: Contra la banalización del voto.
¿Está en crisis nuestra democracia?;¿Se resuelve todo con un mero cambio
Constitucional?; ¿Asistimos a una crisis de la democracia o a una crisis del buen
gobierno dentro de la democracia?; ¿Debemos cuestionar la democracia como el
mejor modelo de gobierno por el hecho de que en su seno emerjan desviaciones de
poder y comportamientos poco edificantes?.
Con frecuencia nos sucede que solo valoramos lo que tenemos cuando lo
perdemos. Y eso también ocurre con la democracia, un sistema imperfecto en el que el
camino se ha de construir, pese a la frustración y la indignación que en ocasiones
generan sus actores, desde la insistencia en su profundización. Y ésta no puede quedar
limitada a votar cada cuatro años y olvidarnos de la salud de nuestro sistema de
gobierno y de convivencia en sociedad hasta la siguiente convocatoria electoral.
Si reducimos la democracia a un sistema en el que los ciudadanos votamos a
nuestros representantes, si conceptuamos el electoralismo como el sistema de
captación de votos la política se convierte en mero populismo. Los derechos
democráticos, el voto ciudadano representa, sin duda, una fuente importante e
innegable de legitimidad democrática, pero no es suficiente; ésta no puede basarse
solo en la convocatoria de periódica de elecciones libres.
Es necesario lograr una democracia real, no solo formal, basada en el buen
gobierno, en la calidad del gobierno, en la fijación de contrapesos a su ejercicio. Si
concebimos la democracia como un modelo de gobierno basado única y
exclusivamente en los votos el propio sistema acaba necesitando prometer muchas
cosas y gastar ingentes previsiones presupuestarias para atender a esas promesas,
generando dinámicas difíciles de controlar. Las urnas no otorgan poder para adoptar
cualquier decisión a los gobernantes. No debería servir, por ejemplo, para justificar
inversiones faraónicas que conduzcan a AVE's sin pasajeros, autopistas de peajes sin
vehículos o aeropuertos sin aviones, todo ello bajo la "excusa" argumental de que con
su construcción se está atendiendo a las demandas de los ciudadanos.
Una verdadera calidad democrática requiere profundizar en la educación
ciudadana, exige insistir en pedagogía democrática, demanda trabajar para fortalecer
la implicación en y con el sistema de los ciudadanos. Vivimos en un mundo y en una
sociedad cada vez más difíciles de gestionar y la democracia se enfrenta a nuevos
retos.
Sería deseable que el mismo nivel de contestación social que se produciría si un
gobierno decidiera suspender unas elecciones se produjera también cuando un
gobierno quita independencia al Poder Judicial, ocupa instituciones de control y las
coloniza o cuando hurta la transparencia en sus actuaciones y decisiones.
Esa rebelión cívica pendiente no se logra solo mostrando la indignación o el
malestar, la desafección y el reproche; tampoco se consigue reivindicando sin más
reformas formales del sistema. Se ha de lograr tomando conciencia de que sin
contrapesos al poder ejecutivo tendremos siempre una democracia de baja calidad, tal
y como brillantemente ha expuesto el profesor Rafael Giménez Asensio. ¿Y cuáles son
esas herramientas de control y de contrapeso que ahora existen formalmente pero no
desempeñan realmente tal función?: entre otros, una auténtica separación de
poderes, una verdadera independencia del Poder Judicial en todos sus niveles,
independencia de las autoridades financieras y de los organismos reguladores, la
transparencia, la limitación de mandatos y la apertura de los partidos políticos a la
sociedad.
El intervencionismo en la justicia por parte de la política, la partidocracia, las
listas cerradas, la corrupción derivada de la falta de frenos y contrapesos que
formalmente existen pero que quedan cortocircuitados por la presión política que se
olvida de la meritocracia y sitúa en tales puestos a quienes renuncian a actuar con
imparcialidad y profesionalidad, todos estos factores minan la confianza en el sistema
por parte de los ciudadanos. Recuperar este valor, el de la confianza, es fundamental
para reconquistar buenas prácticas en la denostada, criticada pero sin duda
irrenunciable democracia.
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